AUTOPSIA ACADÉMICA AL SOCIALISMO VALENCIANO (DE LEVANTE-EMV)

La «mediocridad» como norma en el PSPV. La colección de catástrofes electorales no obedece a ningún determinismo impuesto por el cambio social. El mal está en casa. Desde Lerma, rige una cultura que prima la fidelidad sobre el mérito y entroniza al mediocre en un partido descapitalizado de recursos humanos. Una tesis universitaria radiografía el proceso.

FRANCESC ARABÍ VALENCIA Un millón de valencianos no ha conocido otro partido en el Consell que el PP. No ha visto al PSPV en otro sitio que en la oposición. Desde las generales de 1993, los populares fueron conquistando el gobierno autonómico y después consolidaron un poder omnímodo, con trazos de régimen de partido único, cuya influencia y control se expande por terminales sociales de todo tipo. Paralelamente, el PSPV pasó de sumar derrotas a coleccionar catástrofes, del retroceso institucional a la cada vez mayor invisibilidad social. Autores como Joan Romero y Joaquim Azagra han abordado los cambios socioeconómicos sobre los que el PP ha cimentado su éxito. En especial esa «economía trinitaria» ( Manuel Alcaraz) asentada sobre la construcción intensiva, el turismo de masas y el «eventismo keynesiano».
El licenciado en Derecho y profesor José Moratal ha puesto el foco de su investigación académica sobre los males del PSPV en la propia organización. «Las causas de las continuas derrotas se deben más al partido y sus dirigentes que a influencias exógenas», apunta en «El PSPV-PSOE, una organización en constante declive», tesis que ha logrado la máxima nota del tribunal formado por los profesores M. Martínez Sospedra, Benito Sanz o Josep M.ª Felip, alto cargo del Consell.
El partido se ha convertido en una «organización decadente y mortecina», más por «errores de sus dirigentes que por el viraje ideológico hacia la derecha de la sociedad valenciana». El autor invoca al CIS, que retrata que un 30,9% de los valencianos se define como «progresista, socialdemócrata o socialista» y un 24,4%, como «conservador».

Fidelidad, antes que valía
Para Moratal, la «ausencia o mediocridad de liderazgo social por parte de los socialistas en el poder llevó a la sociedad valenciana a votar al PP». A Joan Lerma lo señala como primer culpable, por hurtar el «debate» e impregnar al partido de una «cultura que primaba las fidelidades por encima de la valía», un modelo de «motivación sólo para las prebendas». Lerma apostó por la «mediocrización» tras su victoria de 1991, cuando abandonó su «papel integrador» para aplicar «una política de eliminación de supuestos enemigos», como Ciprià Ciscar o Rafael Blasco, según el autor. El «sucursalismo» y la «imagen de docilidad» con Madrid fomentaba esa «mediocridad», que debilitó al partido y pasó factura en las urnas en 1993, tras la Expo y los Juegos Olímpicos. Lejos de esa «imagen de presidente dócil», Bono o Rodríguez Ibarra resistieron mejor.
La tesis subraya que casi todos los vicios que lastran a las organizaciones se observan en el PSPV, que cumple desde el guión descrito por Robert Michels sobre un «desarrollo oligárquico» a la teoría de Weber sobre las «castas de mediocres pero hábiles conspiradores que controlan los mecanismos de permanencia en el poder».

Enfermo de «incelositis»
El partido que dirige Jorge Alarte no tiene un problema de «estructura organizacional», sino de «una cultura de fidelidad grupuscular y esterilidad de ideas». Una dolencia que presenta síntomas como la «falta de autocrítica» -los congresos nunca han sido de «contrición»- y una «actitud activa de los cargos públicos para que nada cambie». Es un mal diagnosticado por C. Northcote Parkinson, quien, según Moratal, retrata al PSPV cuando dice: «Para un alto porcentaje de las instituciones moribundas, el estado de coma ha sido alcanzado a propósito y tras prolongados esfuerzos. Se trata de una enfermedad conscientemente provocada. Desde la aparición de los primeros síntomas se ha fomentado su progreso, avivado sus causas […]. Es la enfermedad de la inferioridad provocada, llamada incelositis».
El PSPV, que tuvo en la Facultat d’Econòmiques su cantera, es hoy «incapaz de construir un discurso alternativo». Las luchas intestinas y las derrotas han mermado su capital humano y el drama no sólo es haber perdido militantes (5.000, un 20% del total, desde 2008), sino la pasividad de los que quedan y la marcha de los más preparados. Es grave en un partido de cuadros y no de masas, como el SPD.
El autor cita a Alarte como ejemplo de la práctica de plantear cada nueva época como un «partir de cero», un «arrasamiento y desprecio de las experiencias». Moratal relata episodios de «ninguneo» como el de Ángel Luna a Vicent Soler en la ponencia del XI congreso. La aportación de Soler fue desechada porque Luna optó por una ponencia que proponía liquidar el término País Valencià de las siglas, idea tumbada por el 94% del congreso. El PSPV ha sido, además, incapaz de mantener posiciones unívocas en materias tan importantes como urbanismo, sanidad o educación. Los giros respecto a un trasvase del Ebro reivindicado en la ponencia del congreso de septiembre de 2000 son un ejemplo significativo del desconcierto en temas clave.
¿El partido tiene remedio? La «incapacidad de elaborar un modelo alternativo al PP» lo condenan al ostracismo «por méritos propios». La posibilidad de ganar o gobernar en coalición «resulta inverosímil», dice. Moratal sostiene que la solución empezaría por «un cambio de dirigentes», no sin antes «disolver y refundar» el partido.

Así ve a los cinco «jefes»

Joan Pastor (1978-1979)
«Partidario de tesis marxistas, tuvo que dimitir por presiones»
«Fue elegido secretario general del PSOE-PV, con 26 años, en febrero de 1978. Tras el congreso de la fusión socialista, junio de 1978, lideró el PSPV-PSOE hasta junio de 1979, cuando tuvo que dimitir por presiones».

Joan Lerma (1979-1997)
«Persona normal, sin carisma, inteligente y no muy brillante»
«Con buena memoria… Mantuvo un papel integrador desde su segundo congreso, pero no le tembló la mano al tomar decisiones en el partido. Organizó un equipo de fieles fontaneros que le hacían los trabajos más desagradables, razzias y purgas internas. Ante el enfrentamiento entre González y Guerra, pretendió no decantarse por ninguno de los sectores en conflicto».

Joan Romero (1997-1999)
«Le faltó inteligencia emocional para dirigir el partido»
«Persona hecha a sí misma, de familia humilde de Albacete. Muy inteligente, pero le faltó inteligencia emocional para dirigir el partido. Llegó cuando el PSOE no tenía estabilidad y cometió el gran error de querer darle […] al PSPV-PSOE una autonomía tipo PSC. Buen intelectual y geógrafo, desconocía a Parkinson, el mejor observador de las organizaciones humanas. De haber seguido sus consejos, igual no se habría truncado su carrera».

Joan I. Pla (1999 y 2000-2007)
«Escuchaba, aparentaba modestia, pero no tenía tirón»
«Tuvo muchos factores en contra, que no supo superar. Aglutinador con aguante, tenía un sentido espontáneo de la valencianidad natural […] de la Vall d’Albaida. Su falta de liderazgo hizo que no fuera capaz de hacer trabajar a diputados y asesores. Su aportación positiva fue acabar las luchas internas».

Jorge Alarte (2008-?)
«De esa raza de políticos que han hecho de la política su profesión»
«Y a los que no se les conoce trabajo alguno, como Lerma, Zapatero, Camps, Calabuig, etc. Ha aplicado una política muy sectaria dentro del partido, tanto él como su equipo de fieles, lo que demuestra gran miopía política».

Sin enganche en la sociedad civil, ni jóvenes

El PSPV no tiene «ni buenos encargados [cuadros], ni buenos comerciales [cargos], ni buen gerente [secretario general]». Moratal cree que culpar de las desgracias propias a «las circunstancias sociales son excusas, como culpar a los medios de comunicación». «Es más, lo único que le queda al PSPV son los medios de comunicación porque ha roto totalmente con la sociedad civil, entendida como el mundo empresarial, sindical o asociativo de todo tipo», defiende el autor de «El PSPV-PSOE, una organización en constante declive», estudio dirigido por el profesor de Derecho Constitucional Carlos Flores. Pero ¿esa «sociedad civil» no se adhiere a menudo al que manda, por clientelismo de chequera? «Pensar eso sería la coartada», responde. Para el autor, el PSPV «es un partido esclerotizado, con escasa penetración y contacto con la sociedad civil y ese es uno de los problemas más graves del socialismo valenciano». Otro de problema serio que apunta es su carácter casi residual entre los jóvenes y nuevos votantes. De Joventuts Socialistes dice que tiene pobre influencia y reproduce vicios del partido. «Sus reivindicaciones, como las de IS, acaban en el reparto de cargos», comenta un Moratal que no deja a nadie sin ración en el reparto.

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